En los últimos tiempos no dejo de recibir estas preguntas. Alumnos,
amigos o simplemente conocidos, me abordan para que les dé la clave de
cómo ser formador y ganarse la vida en esta profesión. Siempre les
contesto lo mismo: “Bueno, está bien… y ¿qué me vas a enseñar?”. Se produce el silencio.
Por ello, quiero compartir algunas apreciaciones que hay que tener en cuenta de la profesión de formador.
Uno: La Formación como actividad de riesgo. Nadie te
asegura que vayas a tener trabajo todos los días, ni todas las semanas,
ni todos los meses. Por lo tanto, no es un chollo. Hay mucha gente que
se acerca a la formación pensando que se puede vivir muy bien de ella
sin apenas esfuerzo, no te dejes engañar, no es así.
Es cierto que existen formadores que encadenan un curso tras otro,
pero, lo normal es que la temporalidad sea brutal. Es decir, que te
pases 3 meses sin tiempo ni para respirar, y que de golpe tu actividad
disminuya o incluso desparezca. Es una profesión que requiere esfuerzo,
constancia y una fuerte dosis de autoestima para no venirte abajo cuando
no tienes formación que impartir.
Dos: ¿Qué sabes? ¿Qué has aprendido de la vida? No
voy a ser yo quien le reste importancia a la titulación que puedas
tener. Para impartir formación en muchos centros te van a solicitar
titulación acorde a tu oferta formativa (Licenciatura, Diplomatura…).
Pero, de nuevo, no conviene que te engañes, aunque tengas un título
universitario, los buenos formadores, los que tienen trabajo casi
constantemente, suelen impartir una formación basada en experiencias y
no en conocimientos. El saber no es suficiente, hay que saber aplicarlo.
Más en la página de Aforen ( Asociación de Formadores Enseñanzas no Regladas )
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