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10 jun 2010

Las razones del éxito educativo en Finlandia

 En estos días que tanto se habla, de los problemas que afectan al sistema educativo, creo que es importante que tomemos ejemplo de los modelos educativos que mejor funcionan y a día de hoy el mejor sistema educativo del mundo está en Finlandia, como ya señalamos en este articulo.

Las razones para este éxito son muy variadas, entre ellas la alta valoración social del profesorado, la implicación de familias y ayuntamientos, en el quehacer educativo y otras que encontrareis, en el siguiente artículo que publicó hace unos meses, la revista cuadernos de pedagogía, os lo recomiendo.



Se trata, sin duda, del país extranjero más citado en los últimos años, cuando se habla de educación. Los resultados del Informe PISA le han concedido este merecido privilegio, hasta convertirse en el referente e incluso el espejo donde se miran muchos sistemas educativos.

¿Cuáles son las claves del éxito escolar de este pequeño país nórdico? Se ha vertido mucha tinta para explicarlo, con datos y argumentaciones. Pero “Cuadernos de Pedagogía” ha querido ser testimonio directo de lo que allí sucede y ha enviado a uno de sus colaboradores a visitar centros y a hablar con sus protagonistas. Ésta es la crónica de este peregrinaje pedagógico.

Las razones son diversas y complejas pero, por encima de todo, destaca la alta valoración social del profesorado –una de las profesiones más deseadas–, su exigente proceso de selección y su sólida formación, tanto teórica como práctica. Todo ello arropado por unas políticas educativas inclusivas
y de alto vuelo y por unas familias y ayuntamientos muy implicados en el quehacer educativo cotidiano de la infancia y la juventud.

Tradicionalmente los peregrinos han cruzado Europa en todas las direcciones. Los centros del poder político, las curias religiosas y los santuarios, las vanguardias artísticas, los emporios de la banca, las playas de moda… han atraído en momentos distintos a personas interesadas, devotas, ávidas de inspiración, deseosas de medrar o de lucir palmito. Finlandia, en el extremo noreste de Europa, ha pasado mucho tiempo desapercibida, excepto por quienes querían contemplar la noche ártica o quienes iban a Laponia en busca de Santa Claus. En la actualidad se está convirtiendo en el referente mundial en un nuevo nicho del mercado turístico, el turismo educativo.

Numerosas delegaciones han descubierto un nuevo destino de culto. Finlandia ilumina el firmamento educativo europeo, como lo hacen sus habituales auroras boreales, con sus éxitos reiteradosen las pruebas internacionales PISA. Y ese  resplandor atrae a periodistas, profesionales y políticos, en un viaje de descubrimiento de los ingredientes de un éxito cierto y continuado.

El halago de tanto visitante se está volviendo empalagoso y algunos finlandeses del gremio se refugian en sus saunas cuando adivinan las hordas de extranjeros, otros aguantan el tipo mientras dura el desfile de los innumerables curiosos y otros, la mayoría, hacen gala de una exquisita atención y generosidad
cuando actúan de anfitriones. El orgullo contenido por los resultados de su sistema educativo suele ir acompañado de una cierta modestia y de sorpresa por el interés foráneo. “No hay ningún truco secreto, ninguna fórmula mágica en nuestro sistema educativo,” confiesan abrumados.

Con modestia, Cuadernos de Pedagogía ha emprendido también el viaje para hacer una crónica detallada de sus hallazgos. Finlandia es un país joven que ha labrado una fuerte identidad nacional a contrapelo de las servidumbres históricas con sus vecinos. Su identidad se sustenta en la lengua, en sus mitos
y sagas, en unos valores culturales de gran homogeneidad y en el aprecio y valoración de sus grandes hombres y mujeres.

“El éxito educativo finlandés no es tan simple como parece, pero es evidente que las escuelas del país logran cosas muy importantes”, afirman, con cierta unanimidad, todos los interlocutores.
En Finlandia, por ejemplo, el índice que correlaciona la renta de las personas jóvenes con la de sus padres es muy bajo, es decir, resulta fácil la movilidad social. Esta permeabilidad entre clases sociales se debe a la educación. En otros países es casi imposible. La diferencia entre los resultados del alumnado
más capaz e inteligente y el alumnado menos capaz es muy pequeña. Sencillo si los resultados fuesen bajos, pero en el caso de Finlandia son de los más altos, lo que quiere decir que las escuelas lo hacen muy bien con todos. La gente confía en ellas porque son realmente eficaces.

En 1968, Finlandia fue de los primeros países en adoptar un sistema comprensivo. El impulso para esta reforma partía del reconocimiento de que la educación tiene un gran impacto en el bienestar de las personas y en la competitividad económica. Se instituye así la educación básica de nueve años de duración (7-16) para todos, con la finalidad de proporcionar una educación de calidad sin que importe la edad, el estatus social, el lugar de residencia, el sexo o la lengua.

No hay selección en ninguna de sus etapas. Todos los alumnos aprenden en las mismas aulas, sin separación por niveles de aprendizaje. Es más, el sector privado es extremadamente reducido, lo que significa que casi todo el mundo asiste a una escuela pública. El sistema se acomoda y responde a las necesidades
individuales, sin necesidad de evaluaciones externas, ya sean diagnósticas o sumativas, que florecen y se extienden como una plaga por toda Europa.

Cuando la Inspección acude a evaluar una escuela, intenta proporcionar apoyo y posibilidades de desarrollo profesional que redunden en una mejora de la escuela. No se hacen públicos los resultados y no se publican rankings de escuelas mejores y peores. Logran hacer realidad uno de lo eslóganes que orientan
su servicio educativo: “Cada escuela, una buena escuela”.

La evaluación externa, que es muy limitada, proporciona evidencias y da orientación y estímulo.
Ser profesor o profesora siempre aparece entre las dos primeras opciones en sondeos de opinión cuando se les pregunta sobre las profesiones más deseadas. Resulta complicado entrar en la Facultad y sólo el 10% de los aspirantes más cualificados lo consigue. “No es cuestión de dinero,” afirman. El salario que reciben no es superior al de la mayoría de los países europeos.

Son otras condiciones las que cuentan. En Finlandia no les ha llegado la escasa consideración y el descrédito. Los profesores finlandeses no son observados con lupa por la administración y por las familias. No están saturados de tareas burocráticas y administrativas. Cuentan con libertad y estímulo para experimentar en sus actividades de enseñanza e interpretar el currículo oficial. Y, sobre todo, se les valora y respeta.

Les preocupa la desafección escolar, que los niños y jóvenes transiten por el sistema acumulando desinterés. Si alguien presenta algún problema se le ofrece ayuda cuanto antes. “La intervención temprana es eficaz y rentable”, opinan. En los primeros años pueden ser problemas de adaptación, de habla o de escritura y lectura. Posteriormente los que surgen del resto de las áreas de aprendizaje, de las relaciones con los compañeros y de su disposición ante el aprendizaje. “Todo gasto y esfuerzo se da por bien empleado si se consigue que los niños y los adolescentes vayan asumiendo la responsabilidad de su propio aprendizaje,” comentan. No es que no tengan dificultades.

No las ocultan y reconocen que es complicado desarrollar todas las competencias en grupos heterogéneos en un aula. Junto a un profesorado bien formado, cuentan con un alumnado responsable. Sin exagerar, pero responsable. En Secundaria no tienen más de media hora de deberes cada tarde. No llevan uniformes, no necesitan timbres ni sirenas para acudir a las clases.

Las familias viven sin ansiedad el paso a la universidad y los niños no empiezan la escolaridad obligatoria hasta los 7 años y, entonces, de un modo suave. Pero en el noveno grado, a los 15 años están en cabeza de los países de la OCDE en Lectura, Ciencias y Matemáticas. Sin embargo, los jóvenes de Finlandia son como
los del resto del mundo en sus diversiones. Pasan horas colgados de Internet, se tiñen el pelo, ven las series de moda en televisión, hacen deporte, escuchan heavy metal, hacen botellón a su manera, poniéndose tibios a cervezas y “salmiakki”, un licor tradicional con un regusto salado.

Ari, por ejemplo, saca sobresalientes sin necesidad de una dedicación extraordinaria. En clase se dedica a investigar sobre los juegos de rol, su gran pasión, cuando espera a que los demás terminen. Se ofrece a echar una mano en los problemas de matemáticas a los compañeros. “Es entretenido y relajante”, dice. El profesorado piensa que se obtienen mejores resultados haciendo más caso a los alumnos con dificultades que dedicándose a los brillantes. La idea es que los más capaces pueden echar una mano sin que su progreso se resienta. Alumnos y profesores se llaman por sus nombres de pila.

Parece haber un acuerdo tácito de que la escuela es un lugar de trabajo. Puede ser que lo que hacen dentro tenga interés y sea divertido, pero tanto el profesorado como el alumnado y las familias entienden de modo instintivo que la escuela es un lugar de esfuerzo y de persistencia. El finlandés cuenta con una palabra “sisu” que hace referencia a esta actitud especial. Se dice que los finlandeses son trabajadores duros y honrados,
quizá que son callados y tímidos, pero lo que realmente les caracteriza es su fuerza de voluntad. Alguien con “sisu” es una persona resuelta que no se rendirá con facilidad. Es una cualidad valorada socialmente y tiene un gran arraigo cultural, debido quizá a la ética protestante.

Finlandia tiene algunas ventajas. Con una población de 5,4 millones de habitantes, su sistema educativo es relativamente pequeño y fácil de manejar. Además conceden gran autonomía a los municipios en la gestión de la educación con lo que acercan el servicio a las necesidades e intereses de los usuarios. Su
lengua mayoritaria, el finés, es ortográficamente sencilla. Se pronuncia como se escribe. A lo que atribuyen algunos investigadores gran parte de su excelente nivel en lectura. Hay una menor distancia entre clases sociales, entre ricos y pobres y su sociedad es más plana y más uniforme culturalmente.

Siguen teniendo problemas de agresividad, fundamentalmente masculina, que se evidencia, con cierta estabilidad, en la tasa de delitos de violencia de género, de las más altas de Europa y en el elevado número de suicidios y de modo más coyuntural, en incidentes graves de violencia como las recientes masacres
con armas de fuego en los institutos de Secundaria. Todas las personas relacionadas con la educación están conmocionadas, en estado de shock por estos sucesos. Sin embargo, siguen en el nº 1 en el índice de países con menor corrupción. Son el nº 1 en el ranking de los países más democráticos. 

El nº1, recientemente, en las pruebas internacionales de Ciencias. Y uno de los países más dinámicos y con una economía más competitiva, según el Forum Económico Mundial.

El balance es netamente positivo. A pesar de ello, no parecen dormirse en los laureles de la complacencia. Se muestran como un sistema educativo maduro con un bagaje positivo bien consolidado, en el que se anticipan los problemas para darles solución antes de que se hagan crónicos. El debate educativo es abierto y constructivo y no está lastrado por a priori ideológicos de los partidos. La educación es una preocupación social y no un tema exclusivo del gobierno de turno.

Hasta ahora han vivido en una situación bastante estable y familiar que les ha facilitado su intervención educativa. El horizonte empieza a ser más dinámico y complejo, en línea con el resto de países. El cambio continuo pondrá en cuestión las seguridades previas y les resultará más difícil interpretar lo que
se les avecina. Independientemente de los éxitos pasados, Finlandia tendrá que afrontar los retos del futuro. 

Su disposición, dinamismo y competencia colectiva presagian un nuevo éxito. La elección de la pequeña ciudad de Järvenpää en el sur, refugio del prolífico compositor Sibelius y la más poblada e importante de Jyväskylä en el centro, la ciudad universitaria, en la zona de los lagos, obedece al propósito de evitar Helsinki y sus alrededores, no porque no tengan nada que ofrecer en términos educativos, sino porque están un poco saturados y aburridos de tantos visitantes externos. La elección ha resultado acertada. En ambas ciudades he encontrado a personas amables y generosas. Me han mostrado su rica experiencia educativa con sencillez y profesionalidad. Me ha sorprendido su cordialidad y hasta los numerosos abrazos en un intento, quizá, de disimular su proverbial timidez y distancia emocional. En fin, el peregrinaje ha resultado personalmente grato y profesionalmente provechoso.

Finlandia es un país joven, con una fuerte identidad. Pero sus niños y sus jóvenes son como los del resto del mundo.
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Autor Alejandro Campo

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