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15 feb 2010

Entrevista a Pablo Pineda en cuadernos de Pedagogía

Pablo Pineda es diplomado en Magisterio y está a punto de terminar Psicopedagogía en la Universidad de Málaga, también ha hecho una incursión en el mundo del cine, protagonizando junto a Lola Dueñas, la película "Yo también" con la que ha obtenido la concha de plata en el festival de San Sebastian, a Pablo lo conocimos hace unos años por convertirse en el primer licenciado universitario con Síndrome de Down.

 
Ha estado nominado a los premios Goya, pero el tiene claro que quiere dedicarse a la docencia, lo que deja claro en esta estupenda entrevista publicada en Cuadernos de Pedagogía, en ella Pablo habla sobre educación, pedagogía, sobre el síndrome de Down, sobre integración, exclusión, prejuicios, en definitiva una oportunidad única de conocer mejor a esta gran persona.

 
Diplomado en Magisterio, y a punto de terminar los estudios de Psicopedagogía en la Universidad de Málaga, Pablo Pineda se siente orgulloso de ser una persona con síndrome de Down que puede demostrar que su desarrollo es producto del entorno cultural y social, más que de los determinantes biológicos. Y, al mismo tiempo, lamenta los tópicos que persisten en torno a estas personas: desde un proteccionismo “enmascarado”, hasta las dificultades para independizarse o la invasión de su intimidad. “Ya no queremos ser noticia, sino personas con todos los derechos”, reivindica.



¿Qué es una persona con síndrome de Down? ¿Hay límites en sus progresos?

Una persona con síndrome de Down es ante todo una persona, ni un cerebro ni un cromosoma. Todos tenemos en común, sobre todo, un gran miedo a sentirnos solos y, además, una gran necesidad de sentirnos amados, pero no sólo por nuestros padres, sino también por alguien más. Queremos que se nos tenga en cuenta, se nos respete y se nos acepte tal como somos. Lo diferente está en nuestro carácter y nuestra forma de ver la vida: hay quienes son más optimistas, otros menos, hay quienes son más temidos, hay otros más extrovertidos.

Pero las grandes diferencias se construyen sobre la base de la educación y de la estimulación recibida, tanto por parte de la familia como de la escuela.
En los progresos, yo creo que no hay límites, sólo los que quieran poner los demás. Yo he hecho una carrera, otros pueden hacer otra cosa: música, 20.000 cosas.

¿Las diferencias discriminan o son un valor?

Lo que discrimina es la desigualdad, la diferencia enriquece, es un gran valor. Fíjate, si fuimos todos iguales, no veas.

¿Tener el síndrome de Down le ha ofrecido más posibilidades que a sus hermanos no tenerlo?

Depende de cómo entendamos el concepto “posibilidades“. Si nos referimos a poder tener una vida independiente, a trabajar en igualdad de oportunidades y con una vida afectiva plena, está claro que no, que tener el síndrome me ofrece menos, aun siendo más competente culturalmente. Pero si nos referimos a las experiencias que he vivido, dar conferencias, viajar, conocer a gente, hacer una película... esas experiencias mis hermanos no las han vivido precisamente por no tener el síndrome de Down.

Perduran algunos tópicos y prejuicios sobre las personas con síndrome de Down.

Un tópico muy común, aunque parezca raro, es el académico, pero también el sociolaboral. En cuanto al primero, por ejemplo, hacer una carrera para muchos todavía suena un poco a ciencia ficción. Quizá por eso dicen: «lo de Pablo Pineda es una excepción». ¡Qué coraje me da! Y si vamos al instituto, todavía quienes piensan que las personas con síndrome tienen que hacer asignaturas con adaptaciones curriculares.

Y en cuanto al segundo, el tema de la vida independiente...¡Uffff!, eso ya... es poco más que la locura más grande del mundo: ¡cómo va a vivir solo! Vamos, impensable. Y para trabajar ni te cuento... Hay que hacer oposiciones, pero, eso sí, adaptadas a nosotros ¡cuántos prejuicios!

Cuando la gente habla con usted, ¿siente que hablan a un discapacitado
o a un intelectual de treinta y cinco años, a un maestro que tiene tanta cultura como su interlocutor?

Ese es el gran prejuicio, todavía nos hablan como a niños, con preguntas insulsas.
No nos tratan como a intelectuales, por el contrario, piensan que no sabemos ni pensar, ni reflexionar, y que carecemos de criterio. Y eso fastidia.

¿Le molesta el paternalismo y la sobreprotección y pide que “les den caña”?

Sí, me molesta mucho el paternalismo enmascarado. Cuando pido que nos den caña, hago una metáfora. Quiero decir: «exijamos, porque yo puedo, no me hable en un lenguaje infantil, tengo unas competencias lingüísticas suficientes como para hablar de todos los temas». A veces da la sensación de que no estamos hablando de igual a igual: «usted es escritor, yo soy maestro, háblame como a tal”. En la familia, en la escuela, en la universidad, hay siempre ese paternalismo enmascarado, pero no sabes cómo reaccionar. A veces me hablan como a un intelectual y al momento siguiente como a un niño. Te quedas un poco fuera de juego.

¿Cuándo tomó conciencia de su identidad como persona con síndrome de Down?

Yo no sabía nada sobre mi condición de persona con síndrome de Down. En el colegio los niños siempre me decían: «pobrecito, está malito», y yo no entendía por qué, pero me daba coraje... Y entonces llegó Miguel López Melero al cole y lo primero que me preguntó fue: ¿Tú sabes que tienes síndrome de Down? Yo tendría seis ó siete años. Fue la primera vez que escuché esa palabra, pero dije que sí, que por supuesto. Pero Miguel no se lo creyó y empezó a explicarme: los genes, los cromosomas... Como me aburría, corté por lo sano y le pregunté ¿soy tonto? y me dijo: No, claro que no. Le volví a preguntar que si podía seguir en el cole, con mis compañeros, y me dijo que claro que sí. Así me enteré. Fue muy bonito que me lo dijera alguien con esa naturalidad, esa espontaneidad, esa ausencia de dramatismo. Quizá si me lo hubieran dicho mis padres hubiera sido más emotivo, pero más dramático también. Hubiéramos llorado.

Sus padres, entonces, ¿lo vivían como un problema?

El primer choque, “¿Y por qué a mí, y no a otro?”, es brutal. Pero lo difícil hubiera sido no superar ese choque. El prejuicio que existía en ese momento estaba institucionalizado, y, por supuesto, eso me podía contaminar a mí. Pero creo que, en realidad, cuando conté a mis padres lo que me había dicho don Miguel, se sintieron aliviados, muy aliviados. Su visión era más alegre, más natural...

¿Qué influencia ha tenido Miguel López Melero en su vida?

Bueno, Miguel López Melero me ha influido muchísimo, tanto desde el punto de vista educativo y cultural como desde el punto de vista ideológico. Su ideología claramente progresista me ha cambiado, yo antes era mucho más conservador. De su mano, he descubierto a autores como Vygotsky o Freire, a los que no conocía antes de entrar en la facultad.
El resto de la entrevista lo puedes consultar aquí.

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