El ejercicio constituye un paso ineludible a la hora de adquirir cualquier habilidad, saber o conocimiento. La costumbre sirve de marco para la atención, porque no existiría posibilidad de prestar atención sin una situación previa de acostumbramiento. La atención, precisamente, es la disposición del sujeto que rompe con el acostumbramiento. Por eso, es condición imprescindible para el aprendizaje.
Sobre estos tres aspectos del proceso pedagógico reflexionó Walter Benjamín, uno de los pensadores más lúcidos del siglo veinte. Sin enfocarse directamente en la problemática educativa, estos dos pequeños ensayos son una muestra de la multitud de objetos sobre los que se posó su mirada, una perspectiva que rompió con los modos tradicionales de pensar los más variados aspectos culturales.
Walter Benjamín nació en Berlín en 1892. Estuvo ligado en forma periférica a la Escuela de Frankfurt, pero nunca integró oficialmente el instituto al que pertenecían Theodor Adorno, Max Horkheimer y Leo Lowenthal, entre otros. Las influencias de Gerard Scholem, especialista en la cábala judía, Bertolt Brecht, el gran dramaturgo marxista y los trabajos de György Lukacs, principalmente, le dieron a su pensamiento la capacidad de percibir, en los objetos culturales, las fuerzas sociales en pugna en un momento histórico determinado. El análisis de la actividad del traductor, el lenguaje, la percepción, la influencia de la técnica sobre el arte y la crítica a la noción lineal y progresiva de la historia fueron algunos de los tópicos que atraviesan su obra.
En 1933, con el ascenso de los nazis al poder, Benjamin y muchos otros intelectuales de origen judío y tradición marxista debieron huir de Alemania y refugiarse en Francia. Allí, Benjamin comenzó una obra monumental sobre los pasajes que caracterizaban el diseño urbano de la capital francesa, un trabajo que nunca pudo terminar. La ocupación de Francia por parte de los nazis, lo obligó a intentar llegar a Nueva York, pasando por España, donde lo aguardaba Theodor Adorno y los demás miembros de la Instituto de Investigación Social de Frankfurt. Ante la imposibilidad de atravesar la frontera, Benjamín se suicidó Port Mou. Los especialistas en su obra y su vida afirman que el pacto de no agresión firmado entre Hitler y Stalin, que le daba carta blanca al triunfo del fascismo en Europa, terminaron de dilapidar sus esperanzas. Su último ensayo, las Tesis de Filosofía de la historia, destilan el sabor amargo de quien sabe que la barbarie había ganado la batalla.
Además del citado ensayo, otros de sus renombrados trabajos son: El origen del drama barroco alemán (1928); Calle de sentido único (1928); El autor como productor (1934) La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica (1936) El narrador (1936).
Fragmento.
Ejercicio:
"La característica esencial de toda maestría cosiste en darle espacio a la creencia de que el alumno sabrá de memoria a la mañana siguiente el contenido del libro que puso bajo la almohada, que el Señor le da todo a los Suyos en sueños y que la pausa es creativa. Justamente a esta recompensa los dioses antepusieron el sudor. Porque el juego de los niños es trabajo que promete sólo un éxito moderado, comparado con el que trae la felicidad. El dedo meñique extendido de Rastelli llamaba a la pelota, que se subía al dedo como un pájaro. El ejercicio de décadas que le precedió a eso no “dominó” en realidad ni al cuerpo ni a la pelota, sino sólo logró lo siguiente: que ambos se entendieran a sus espaldas.
Ejercitarse es cansar al maestro hasta el límite del agotamiento mediante el empeño y el esfuerzo, actuar según su propia razón. El éxito consiste en que la voluntad dentro del cuerpo abdique de una vez para siempre a favor de los órganos, por ejemplo de la mano. Así puede pasar que después de una larga búsqueda alguien renuncie a lo que había perdido y después, un día, al buscar otra cosa, caiga en sus manos el objeto perdido. La mano se hizo cargo del asunto y este se confabuló rápidamente con ella…"
Costumbre y atención:
"Según Goethe, la primera de todas las cualidades es la atención. Sin embargo, ésta comparte con los su primacía con la costumbre, que le disputa el terreno desde el primer día. La atención y el acostumbramiento, el escandalizarse y el aceptar, son la cresta y el valle de la ola en el mar del espíritu. Pero este mar tiene sus momentos de calma. No caben dudas de que alguien que se concentra totalmente en un pensamiento tortuoso, en un dolor y sus puntadas, puede caer en manos de un sonido débil, de un murmullo, del vuelo de un insecto que un oído más atento y más fino tal vez ni siquiera hubiera percibido. El espíritu, así se cree, se deja distraer más fácilmente cuanto más concentrado esté. Pero esta escucha atenta, ¿no es más bien el despliegue extremo de a atención y no su pérdida, no es el momento en que de su seno parte la costumbre? Este silbido o zumbido es un umbral y, sin que nos demos cuenta, el espíritu lo ha atravesado. Y pareciera que ahora no quiere volver nunca más al mundo habitual, ahora vive en uno nuevo donde el dolor le da alojamiento. La atención y el dolor se complementan.
Pero también la costumbre, cuyo umbral atravesamos en el sueño. Porque lo que nos pasa en sueños es un descubrimiento nuevo y singular que parte del seno de la costumbre. Las vivencias cotidianas, los discursos triviales, el sedimento que nos quedó en la vista, el latido de nuestra propia sangre, esto que antes no notábamos, convierte el material, distorsionado y extremadamente nítido, en sueño. No hay asombro en el sueño ni olvido en el dolor porque ambos ya llevan su contrario en sí, así como la cresta y el valle de la ola se funden en los momentos de calma."
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